Un canto vegetal anida
al fondo de los sueños
Es esta travesía incansable
la que hoy respira
sobre un bálsamo de azahares
que se abren
en auspicios de venturas
por signar sublime
la osadía infinita del trayecto.
Y está allí el laurel florecido,
cobijando el cansancio del poeta.
Teje entre sus ramas la corona,
al son de trinos mañaneros
trenzados entre piel y hojas.
Los aleteos se confunden en la copa
cuando vibra la voz de los adentros
en el abrazo que sabe a glorias.
Es la savia
sumergida en versos
que por el tronco poderoso se desboca.
El tupido follaje de la hiedra
suelta escondidos misterios.
Sus guías amarradas a las rejas
proclaman en raro silencio
el blanco y verde impredecibles,
amalgamados
al contorno de su cetro.
Y es esta sinfonía de hombre y plantas,
aunadas en la frecuencia del silencio,
la que rompe el mutismo de los cielos
elevándose en sincrónicos arpegios.
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